miércoles, 27 de febrero de 2013


Miércoles, 27 de febrero de 2013 | 10:35 am

Critica. Artista lamentó excesos de ambas posiciones.

Según De Szyszlo, esta etapa del proceso de revocación ha sido "muy ácida y con mucha falta de respeto entre las partes".

El destacado artista Fernando de Szyszlo lamentó los  ataques  y agresiones que han caracterizado  las campañas tanto del " Sí " como del "No", previas al  proceso de revocatoria, y condenó el uso de algunos adjetivos peyorativos vertidos en las últimas semanas y que, consideró, han empañado la imagen de ambas posturas.

Según De Szyszlo, esta etapa del proceso de revocación ha sido "muy ácida y con mucha falta de respeto entre las partes".

"Creo que Lima no merecía una campaña como esta y lo único que tal situación demuestra es que la ley que contempla la revocatoria no está de acuerdo con la realidad y debe ser modificada en el futuro", manifestó el artista.

Asimismo, pese a que hace unos meses se mostró en contra de la revocatoria, De Szyszlo aseguró que por la poca altura demostrada en la campaña ya no está seguro por cuál de las posturas inclinarse, señalando que incluso podría optar por abstenerse.

Se debe recordar que esta situación de enfrentamiento provocó que el Tribunal de Honor del Pacto Ético Electoral se reuniera con las partes para instar el cese de las agresiones.

"La consecuencia que deberíamos sacar de todo esto es que hay que anular esta ley que permite la revocatoria", concluyó el artista.

Fuente:
Diario La República 

viernes, 18 de enero de 2013

Fernando de Szyszlo Valdelomar


La República

Llega el MAC.

El museo que Lima estaba esperando

Viernes, 18 de enero de 2013 | 2:02 pm

Acogedor. La estructura del nuevo museo se integra armoniosamente al espacio urbano y permite exposiciones permanentes y temporales.


Por fin, luego de una batalla de más de 50 años, la misma que abarcó desde la salvaguarda de su colección hasta la permanencia en el lugar en que se encuentra su sede, abre sus puertas el Museo de Arte Contemporáneo.
Diana León Banda.

El Museo de Arte Contemporáneo de Lima (MAC) por fin abrirá sus puertas al público la próxima semana, después de una lucha de más de 50 años en la que sorteó una dictadura y otras circunstancias difíciles, informó ayer el director de la institución, Álvaro Roca Rey.

“Se funda el Instituto de Arte Contemporáneo en 1955 y dentro de sus proyectos, el principal era hacer un museo. Ha tardado bastante por diferentes factores. En la revolución de (Juan) Velasco (1968-1975) se quiso incautar la colección. Hubo mala suerte”, relató Roca Rey.

Al no tener un lugar fijo, la colección del MAC incluso tuvo que ser guardada durante años en el Museo de Arte de Lima y en ese tiempo se produjo un “silencio artístico” en la ciudad, según expresó la curadora Élida Román, al no representar adecuadamente a los artistas de esas épocas.

“Ha sido un silencio muy largo porque en el fondo esto es una especie de batalla por conseguir fondos. Primero (fue) el espacio. Fracasaron varios intentos. Y después fue encontrar gente que quisiera trabajar”, dijo Román.

Para Roca Rey, “durante todo este tiempo ha habido una pérdida de memoria”, e incluso lamentó que obras de talentos nacionales como los pintores Sérvulo Gutiérrez o Víctor Humareda hayan terminado en colecciones privadas sin una mayor difusión entre el público en general.

“Los museos se hacen para conservar la memoria y crear una identidad. Los artistas que han trabajado durante el tiempo que este museo no ha estado abierto, muchos de ellos no tienen un registro, una promoción o un estudio adecuado de sus obras”, alertó el director del MAC.

El museo, que se ha alzado exclusivamente de donaciones privadas, se ubica en el Parque Confraternidad del tradicional distrito limeño de Barranco, que fue recuperado de su abandono por años y sobre el que se construyeron tres espacios de arte donde se exhibirán diversas muestras de forma gratuita.

Su infraestructura es moderna, cuenta con pequeñas lagunas que son espejos de agua en medio de un gran verdor y sus salas de arte son amplias, tienen techos altos y privilegian la iluminación.

“Entre los artistas más conocidos están (Fernando) Botero de Colombia, (Jesús Rafael) Soto de Venezuela y (Antonio) Seguí de Argentina. Pronto recibiremos un (Salvador) Dalí y un (Joan) Miró en custodia... Luego tenemos artistas nacionales, todos los que han tenido una relevancia entre los años 70 y 2000”, indicó Roca Rey.

Para Román “casi toda Latinoamérica está bien representada” en la colección de arte del MAC, la cual tiene más de 200 piezas que incluyen trabajos del cubano Wilfredo Lam, el chileno Roberto Matta y el peruano Fernando de Szyszlo, entre otros.“Por ejemplo, De Szyszlo nos ha donado por un valor de un millón de dólares en obras”, afirmó Roca Rey.

Aunque en el año 2011 se hizo una inauguración de la primera etapa del MAC, a partir del próximo jueves el museo abrirá sus puertas al público para exhibir en sus tres salas parte de su colección, una intervención y una muestra que gira en torno a la relación de un grupo de artistas peruanos con Lima.

Según Roca Rey, el museo busca imprimir en la ciudad “su identidad, su historia, su orgullo y su autoestima”, por lo que también se integrarán talleres de arte, conferencias y otras actividades.

“En el mes de abril vamos a hacer la gran feria de arte que ha convocado a 10 países y a 40 galerías, las más importantes del mundo. Va a ser la feria de arte más grande que se ha hecho en el Perú. En ella, el público, los artistas y las galerías van a tener una visión muy importante de lo que sucede en este momento, en el arte contemporáneo.

miércoles, 9 de enero de 2013

Fernando de Szyszlo Valdelomar


El dedo en la llaga

MIÉRCOLES, 9 DE ENERO DE 2013

Entrevista a Fernando de Szyszlo



Entrevista a Fernando de Szyszlo (2003)*

Seis décadas de intensa búsqueda sin lograr el cuadro perfecto. Fernando de Szyszlo, a los 68 años, cree que pinta mejor que antes, pero no llega a la calidad deseada. Lo dice quien ha expuesto en las más prestigiosas galerías del mundo.
Esta obsesión lo llevó un día a retocar un óleo que había pintado hace muchos años. Cuando se lo devolvió a su dueño, este quedó desconsolado. «¡Qué barbaridad, qué hiciste con mi cuadro!», le reclamó al pintor. Szyszlo me cuenta esta anécdota entre carcajadas, en la sala de su domicilio de San Isidro.
Unos días antes de que lo visitara, había recibido una copia de Esta pared no es medianera (1952), toda una rareza: un cortometraje de veinte minutos en blanco y negro que dirigió en un momento de inspiración surrealista. Se lo mandó un amigo desde España, pero aún no la puede volver a ver, pues se encuentra en otro sistema.

La sala, el taller y la biblioteca de su amplia casa fueron escenarios de una conversación realizada poco antes de viajar a Montevideo, ciudad que ofrecerá pronto una retrospectiva de su obra.

En 1976, cuando se inauguró una retrospectiva en Petroperú, 25 años después de su primera exposición, se calculó que usted había pintado aproximadamente 1.500 cuadros. En la actualidad, ¿a cuánto llega su producción?
—Es muy difícil de calcular. Imagino que llega a más de 2.500. Ahora, no sé dónde están. Solo tengo unos cuantos cuadros de todas las épocas, no más de 45, que son los que exhibí en París recientemente en una retrospectiva y que en febrero se expondrán en Roma. La mayor cantidad de mis cuadros lo poseía el arquitecto Luis Miró Quesada Garland, pero después de fallecer su colección se ha dispersado entre sus familiares.
Como el pintor impresionista francés Paul Cézanne, considera que solo persigue un cuadro. ¿Cuál de sus obras se aproxima a esta búsqueda?
—Todos mis cuadros, a pesar de ser distintos, persiguen la obra que pinto dentro. La obra de un pintor es la suma de todas las derrotas. Es una carrera que no tiene fin. Por otro lado, siento que hoy trabajo cuadros que hace treinta años me hubieran hecho sentir orgulloso.
El grabado y la escultura son géneros que margina en comparación con la pintura. ¿Por qué le resta importancia a sus otras expresiones artísticas?
—Es cuestión de temperamento. Mi vocación es la de pintor, es decir, busco el color, la luz y la sombra en una superficie de dos dimensiones. En el grabado y la escultura no invento nada, solo aprovecho los frutos de mi búsqueda en pintura, del alfabeto de formas que he desarrollado con el tiempo. En la década de 1960 empecé a vislumbrarlo y se ha ido enriqueciendo.
La cultura que más admira del periodo precolombino es la Chancay, que floreció 60 kilómetros al noroeste de la ciudad de Lima en el siglo XIV. ¿Qué valora del arte que produjo esta cultura?
—Es una cultura muy compleja. Creados con técnicas muy elementales, su cerámica y sus tejidos me encantan por ser primitivos, ingenuos y poéticos. En la zona arqueológica de Chancay también hay huacos sin ningún alarde técnico y telas sofisticadísimas de la época Wari. Algunas de estas cosas seguramente me han influido, como lo ha hecho la pintura de Rembrandt.
Siempre ha subrayado su deuda con el español Pablo Picasso y con el mexicano Rufino Tamayo. ¿De qué manera estos importantes pintores influenciaron en su obra?
—Cuando comencé a pintar, a los 18 años, Picasso me abrió las puertas de las conquistas del arte moderno. Tamayo fue más importante para mí por enseñarme que el arte moderno puede expresar, en un lenguaje muy libre, aspectos muy vinculados al sitio de donde proviene, a sus circunstancias. Es el primer pintor que hizo toda esa amalgama de arte moderno y arte precolombino mexicano.
Ha sido muy crítico con el movimiento indigenista. Decía que detrás de un varayoc y vestidos andinos no había nada. Luego afirmó que José Sabogal, su máximo representante, es el fundador de la pintura moderna en el Perú, pues no intenta ser descriptivo. ¿Se reconcilió con este grupo de pintores?
—Fui muy amigo de todos ellos, en especial de José Sabogal. Las afirmaciones que mencionas parecen contrarias, pero no lo son. Es un error pensar que un cuadro sea más peruano por tener motivos andinos. Por otro lado, la irrupción del movimiento indigenista fue muy importante, porque la pintura que se hacía en el Perú era académica, mal copiada de lo que se producía en Europa. El grupo que presidía Sabogal surgió contra eso, con una pintura que no era descriptiva sino que trataba de expresar el sentimiento frente al paisaje peruano, frente al habitante peruano. Que algunos confundieran tema con contenido es otra cosa; pero ellos hicieron una labor muy importante.
Las obras de Gerardo Chávez, Ramiro Llona, Carlos Revilla, Venancio Shinki y las suyas cuestan de 15 mil a 50 mil dólares. ¿Qué opina de estos colegas suyos?
—Todos son muy interesantes y pertenecen a diversas tendencias: surrealistas, neorrománticos, abstractos. Si algo caracteriza a la pintura de fines del siglo XX e inicios del XXI es su eclecticismo, es decir, no hay una corriente que domine. Aunque nuestras obras cuestan teóricamente ese precio, en momentos de crisis no valen nada. No hay quien las compre. Además, vender no tiene nada que ver con la calidad de la pintura. Hay cuadros que se venden a unos precios fabulosos, pero yo no daría ni 100 dólares por ellos. Tener éxito no quiere decir nada. La pintura es un lenguaje complicado que a veces la gente tarda en comprender.
Su padre, el científico polaco Vitold de Szyszlo, sintió una gran desilusión cuando usted abandonó la carrera de Arquitectura por seguir Artes Plásticas, porque pensaba que los pintores eran borrachos con dificultades económicas. Por un momento le dio la razón. Usted reconoce que tuvo una vida desordenada en Lima de 1944 a 1949 y que pasó hambre en París, incluso llegó a deber seis meses en el hotel donde se alojaba. ¿Llegó a pensar su padre que la pintura era lo mejor que había elegido?
—Mi padre murió en 1965, cuando yo ya vivía de mi pintura. Era un polaco muy distante. Creo que se dio cuenta de que yo había encontrado mi camino. Como a todo padre, le preocupaba que tuviera de qué vivir, pero desde 1962 comienzo a vender un poco. La vida desordenada es natural cuando uno tiene 20 años. En todo caso, fue bastante divertido acostarse a las cuatro de la mañana. En mi casa, teníamos el ejemplo de Abraham Valdelomar, hermano de mi madre. Comprendían que yo tuviera una vocación no muy convencional.
Usted es un artista muy identificado con la defensa de la democracia. Sin embargo, apoyó al gobierno del general Juan Velasco Alvarado en algunos aspectos como la Reforma Agraria. ¿Por qué respaldó un régimen dictatorial?
—Lo apoyé porque pensé que esa revolución modernizaría el país, pero inmediatamente me desilusioné. Por otro lado, el gobierno de Velasco Alvarado difundió la cultura de una forma muy populachera. Puso todo el acento en el arte popular, que es maravilloso y me encanta, pero cometió la tontería de mezclar una cosa con la otra. Aseguró que el arte popular sí era del pueblo y el otro era de la élite, cuando ambos son dos mundos apartes.
En 1987 redactó un manifiesto con su amigo Mario Vargas Llosa en contra de la estatización de la banca. Luego fundó el Movimiento Libertad. Sin embargo, la derecha tampoco lo quiere por su ateísmo y ser partidario del aborto. ¿Cómo se define en política?
—Soy un liberal. Pertenezco a eso que el escritor estadounidense Henry David Thoreau llamaba la mayoría de uno. Es decir, soy completamente independiente. Quiero ser moderno en el sentido de que no acepto las supersticiones o las manifestaciones de una manera de pensar obsoletas. Las mujeres tienen el derecho de decidir cuándo tienen un niño. Creo que la democracia —como decía Winston Churchill— es el peor sistema de gobierno, pero no hay uno mejor.
* Publicado como «Una búsqueda infinita», en el diario El Peruano, Lima, 5 de setiembre de 2003, páginas 12-13.